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Los caminos sustentables que está tomando el sector agrícola chileno

Uvas, nueces, arándanos, ciruelas y manzanas son sólo parte de los productos que la industria agrícola exporta. Sin embargo, hay materias relevantes en las que avanzar. Eficiencia de agua, impulso de comunidades y disminución de quemas son algunas que se han perfilado como verdaderos desafíos para este mercado.

La expansión agrícola es responsable del 70% de la deforestación y es considerada como la mayor amenaza para los pulmones verdes alrededor del mundo, según detalla la investigación “Drivers of deforestation and forest degradation”, financiada por el BID y el gobierno británico.

En ese contexto, las zonas agrícolas se han convertido en algunas de las grandes responsables de la erosión del suelo, la contaminación del agua y la destrucción de hábitat de la vida silvestre. En nuestro país la agricultura de riego representa 1.200.000 hectáreas, en las que hoy se busca instalar a la sustentabilidad con el fin de preservar la producción de alimentos, resguardar al medioambiente y hacer crecer a las comunidades.

 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) establece que mejorar la eficacia en el uso de los recursos es crucial para la sostenibilidad del sector. En Chile, la agricultura es responsable del 73% del consumo del agua. Por ello, con el fin de que los productores mejoren su desempeño en sustentabilidad, la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) elaboró el Protocolo de Agricultura Sostenible que pone como primer eje el uso eficiente del agua.

La extracción de agua (superficial y subterránea) en la agricultura es significativa, lo que sumado a su escasez, hace esencial la protección de éste. “En los últimos años, la industria ha mejorado significativamente, hay estimaciones que señalan que el 50% de los predios hoy han incorporados riego mecanizado. Sin embargo, hay que enfatizar en que quedan muchas cosas por hacer”, dice Juan Pablo Matte, secretario general de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA). Además, señala que la Ley de Incentivo al Riego ha sido una de las políticas públicas más relevantes para avanzar en este desafío. La normativa es un instrumento de fomento que busca incrementar la superficie regada del país a través de subsidios que pueden llegar al 75% del valor de los proyectos que no sobrepasen las UF24.000.
 La recientemente creada Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático es otra de las organizaciones que trabaja activamente en torno al desarrollo de cultivos sustentables. A través de instrumento de gestión, se ha logrado avanzar en el sector agrícola en temáticas tales como: adoptar prácticas de producción limpia; gestionar el uso de la energía; disminuir la tasa de accidentabilidad laboral; gestión integral de residuos sólidos; trazabilidad e inocuidad de la fruta; gestionar el uso del recurso hídrico; disminuir la generación de residuos sólidos peligrosos y no peligrosos sólidos; aumentar la reutilización y reciclaje, y potenciar el tratamiento de residuos orgánicos.
 
Requerimientos externos
Matte señala que hoy la gran agricultura no tiene nada que envidiar a países desarrollados. “Los grandes productores fueron pioneros en incorporar políticas de sustentabilidad porque los mercados internacionales lo requerían. Hoy, las grandes cadenas exigen trazabilidad y el mercado nacional ha sabido dar respuesta”. Sin embargo, enfatiza, el gran desafío está en la pequeña agricultura, que representa al 85% del segmento.

“Una de las deudas es la incorporación de sistemas que se adelanten a las necesidades de los predios”, dice Flavio Araya, director del programa de Alimentos de Fundación Chile. Por ejemplo, a través de sensores y drones hay producciones que pueden adelantarse a las plagas y disminuir el uso de pesticidas. Del mismo modo, con integración de sensores que miden la temperatura, humedad, velocidad del viento, se puede optimizar la producción.

 Otro de los ejes del protocolo destaca el “respeto de los derechos humanos y condiciones laborales”. La FAO establece que asegurar que los productores tengan un acceso y control adecuado de la productividad de sus recursos, puede contribuir significativamente a reducir la pobreza y la inseguridad alimentaria en zonas rurales.

Desafíos

Hugo Martínez, asesor del Ministerio de Agricultura en temas ambientales reconoce que aún quedan temas pendientes, especialmente si se considera que en los pequeños y medianos productores, la rentabilidad es clave. “Hay bastante camino por recorrer en ciertos procesos productivos, como por ejemplo, el uso de plaguicidas. Aunque Chile importa -en su mayoría- productos de este tipo que son mucho más sanos, su gran volumen de uso en comparación a otros países de la región, se ve bastante mal en las estadísticas mundiales”, dice el asesor de la cartera de agricultura.

Otro aspecto difícil de resolver son las quemas agrícolas. “Estamos tratando de disminuirlas, debido a su influencia en la contaminación y el cambio climático, tratando de reemplazarlas por otras prácticas. Pero no es tan fácil. Reemplazar el uso del fuego en sectores donde llueve mucho, es una práctica difícil de erradicar en el mundo rural”, concluye Hugo Martínez.

Casos que buscan cambiar la producción

1. Rosa mosqueta con foco en el desarrollo de comunidades

Ester Troncoso es una de las 14 mil recolectores que actualmente existen en Biobío, y lleva años cosechando frutos y hierbas silvestres de los bosques de Ñuble, como tilo, maqui, mora, menta y poleo. Pero la rosa mosqueta, dice, tiene un valor especial. “Es uno de nuestros productos estrella cuando se deshidratada. La gente la aprecia mucho por sus propiedades como reconstituyente de tejidos y para aliviar las molestias del resfrío”.Chile es el principal productor y exportador de rosa mosqueta, con un 85% de la oferta mundial, mercado en que destaca por su capacidad antioxidante. Por ello, se realizó un proyecto que buscaba que las comunidades la cosecharan de manera sustentable para asegurar la producción en el tiempo. La clave para ello era una articulación del mundo público y privado, donde empresas como Arauco. “Está en total sintonía con el enfoque de una agricultura inclusiva y socialmente sustentable que promovemos desde el Gobierno”, dice Rodrigo García, seremi de Agricultura del Biobío.

2. Eficiencia de recursos marca la producción de vinos

La industria vitivinícola es una de las que ha avanzado de manera robusta en sustentabilidad. A pesar de que desde el mundo académico coinciden en que se trató de una apuesta con el fin de asegurar su presencia en mercados internacionales -como en Reino Unido, donde las demandas por baja huella de carbono impulsaron una serie de medidas como la incorporación de botellas más livianas-, las de orden más pequeño también han empezado con la producción sustentable. Una de ellas es la vitivinícola Las Veletas, ubicada al sur de Talca, región del Maule, que recibió el financiamiento por parte de Camchal para estudiar la implementación de medidas de eficiencia hídrica y energética junto con la integración de la energía solar fotovoltaica, tal como el diseño de una planta de generación eléctrica para autoconsumo. Desde la Viña afirmaron que su meta es producir un vino más sustentable, donde esperan reducir el consumo energético entre un 4% y 25%, junto con generar el 45% de la energía necesaria para sus operaciones.

3. Procesos agrícolas certificados

Una pequeña rana verde es el símbolo con que actualmente miles de empresas en el mundo se quieren vestir. Se trata del sello Rainforest Alliance Certified, el cual le asegura a los consumidores de cualquier parte del planeta, que los productos que está comprando han sido cultivados y cosechados usando prácticas ambiental y socialmente responsables. Iniciativas como ésta, son parte de una tendencia cada vez más fuerte: la trazabilidad sustentable. En otras palabras, no basta con saber toda la ruta de un producto desde su origen hasta el lugar donde se comercializa. Ahora se agrega además, que toda esa cadena tenga un comportamiento responsable con el entorno. La certificación además de considerar los procesos agrícolas, integra temas de sustentabilidad ambiental y responsabilidad social. En nuestro país, PepsiCo promueve que todos sus proveedores de papas obtengan la certificación internacional de sustentabilidad. De esta manera, productos como Lay´s o Doritos cuentan con la ranita en sus envases.

4. Potenciar los biofertilizantes

Los plaguicidas y fertilizantes sintéticos se utilizan ampliamente en la agricultura industrial desde los años cincuenta. Con el tiempo, muchas de estas sustancias químicas se han propagado y algunas tardan muchísimo tiempo en degradarse. Con el fin de hacer frente a ello es que las empresas ligadas al mundo del agro han impulsado el desarrollo de biofertilizantes. Clean Energy y AES Gener decidieron trabajar juntas para concretar una planta experimental que permitirá conocer y evaluar todos los potenciales del biofertilizante. Se trata de un bioestimulante natural para las raíces de las plantas, mejorando así su crecimiento y además la absorción de los nutrientes que aporta el agua. “Hoy estamos frente a la primera planta de biofertilizantes de origen microalgal de Chile. Este proyecto corresponde a nuestra nueva línea de negocio que, en una alianza estratégica con AES Gener, nos permite dar un nuevo paso en materia de innovación sustentable”, destacó Andrea Irarrázaval, fundadora de Clean Energy.

5. Reemplazar los plásticos en la industria de alimentos

El uso masificado de plástico para conservar alimentos en la industria agroalimentaria ha traído consigo la gran problemática de su lenta degradación, que alcanza los 400 años aproximadamente, incrementando la contaminación e impacto ambiental, generando la acumulación de desechos de este material. En este contexto, y con el apoyo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y los recursos del Fondo de Innovación para la Competitividad del Gobierno Regional Metropolitano, la Universidad de Santiago (Usach) desarrolló un film polimérico biodegradable, cuya principal ventaja es poder mantener la vida útil del alimento, manteniendo las cualidades organolépticas del producto. “Este film es un envase que puede ser utilizado en el sector de alimentos y en la agricultura, y es inteligente ya que cumple la función de que cuando se transporta o almacena el alimento, mantiene el producto debido a que tiene un agente activo que se libera en el tiempo y que permite que ninguna bacteria u hongo afecte el alimento”, señaló Paula Zapata, la coordinadora de la iniciativa.

fuente: Pulso